Son la última esperanza para la mayoría de los pacientes más gravemente afectados por el nuevo coronavirus.
Pero ni los sistemas de salud de los países más ricos del mundo tienen tantos respiradores artificiales como los que se cree demandará la pandemia de covid-19.
Esto ya ha obligado a doctores en Italia y España a tomar la difícil decisión de a qué pacientes conectar a estas máquinas y a cuales no, lo que a menudo equivale a una sentencia de muerte.
Y en la desesperada carrera por colmar el déficit de respiradores, gobiernos alrededor del mundo han instado a industrias de todo tipo -de fabricantes de automóviles a fabricantes de aspiradoras- a poner todas sus capacidades al servicio de esta tarea.
«Estamos en un problema serio, nunca visto, nunca pensado excepto en películas de catástrofe, y la verdad es que lo estamos viendo con preocupación», asegura el Dr. Gustavo Zabert, neumólogo de la Clínica Pasteur de Neuquén, Argentina, y presidente de la Asociación Latinoamericana del Tórax.
«Y en la región no vamos a poder sortearlo de una manera distinta a lo que está ocurriendo en otras partes del mundo a menos que logremos mitigar el pico de la epidemia», le dice a BBC Mundo.
Pero, ¿qué son los respiradores, cómo funcionan y por qué juegan un rol tan crítico en la batalla contra el coronavirus?
¿Y qué tan realista es la idea de que industrias e incluso individuos armados conimpresoras 3D puedan ponerse a fabricar en pocos días estos vitales aparatos médicos?
Los respiradores son necesarios porque se estima que aproximadamente un 5% de los enfermos de covid-19 termina padeciendo del llamado síndrome de distrés respiratorio del adulto (SDRA).
«Es la respuesta inflamatoria desmesurada (de los pulmones) a la infección, en este caso vírica, por coronavirus», explica el Dr. Oriol Roca, médico adjunto del servicio de medicina intensiva del Hospital Vall d´Hebron de Barcelona.
«Se crea una especie de membrana y el oxígeno no puede traspasar esa membrana, lo que naturalmente produce insuficiencia respiratoria», describe el exjefe del servicio de neumología de ese mismo hospital, Dr. Ferran Morell.
«Es una condición que no tiene un tratamiento. Lo único es poner a los pacientes en ventilación mecánica y esperar que haya suerte y el organismo reaccione y venza al cuadro este», le dice a BBC Mundo.
Y si en tiempos normales la tasa de pacientes que presentan SDRA ya es de por sí alta -de entre el 30% al 40%, según el Dr. Zabert- la prognosis parece ser todavía peor en tiempos de coronavirus.
«De los que ingresan ahora por distrés respiratorio del adulto en cuidados intensivos por el covid-19 se mueren la mitad«, afirma el Dr. Morell.
El porcentaje, sin embargo, sería significativamente mayor sin respiradores artificiales capaces de garantizar la llegada del oxígeno a la sangre.
Y esto es algo que, como explica el Dr. Roca, estos aparatos hacen de dos maneras: proporcionándole al paciente más oxígeno que el disponible en el aire que lo rodea y funcionando como una bomba que puede vencer la resistencia de la membrana que le impide el paso.
«En condiciones normales nosotros respiramos porque nuestro diafragma se contrae y hacemos entrar el aire que hay alrededor a nuestros pulmones. Pero cuando estos están inflamados este proceso que en condiciones normales gasta muy poca energía es mucho más costoso para el paciente y puede llegar a agotarlo», explica el intensivista del Vall d´Hebron.
«Entonces lo que el respirador hace es empujar el aire dentro del paciente y además darle no aire sino hasta 100% oxigeno, es decir, mucho más oxigeno del que estamos respirando», resume para BBC Mundo.
Máquinas capaces de hacer ambas cosas empezaron a desarrollarse durante la epidemia de poliomielitis de la década de 1950.
«Pero, en el nivel de sofisticación que estamos en el año 2020, los respiradores pueden llegar a hacer esa función tan básica de maneras muy distintas y con muchas variaciones que nos permiten personalizar muy al pie de cama qué tipo de respiración necesita en cada momento de la evolución de la enfermedad cada paciente», destaca Roca.
Fuente: BBC Mundo
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